Se llena
de invierno el Cuaderno con este poema de Martín López-Vega, que es uno de mis
preferidos. Un poema debe ser un mundo y aquí el poeta ha creado y recreado uno en donde la naturaleza
convive con la “arquitectura” rural del pueblo y en donde el elemento humano
aparece en la vejez apresurada y el llanto de un niño que abren y cierran el
poema. Un poema como un huracán, rápido y vertiginoso que acaba con eso que
llaman amor y que enriquece nuestra antologia en marcha.
de invierno el Cuaderno con este poema de Martín López-Vega, que es uno de mis
preferidos. Un poema debe ser un mundo y aquí el poeta ha creado y recreado uno en donde la naturaleza
convive con la “arquitectura” rural del pueblo y en donde el elemento humano
aparece en la vejez apresurada y el llanto de un niño que abren y cierran el
poema. Un poema como un huracán, rápido y vertiginoso que acaba con eso que
llaman amor y que enriquece nuestra antologia en marcha.
DIZIANI
Llegué a la aldea una tarde. Vi aves alejándose
por el cielo hacia lo oscuro,
ancianas que volvían apresuradas a casa
dejando la ropa húmeda en el lavadero,
tabernas cerradas, caminos bruscamente
cegados, puertas y contraventanas selladas,
un niño que lloraba en una casa, no sabía dónde.
Pregunté quién llegaba. Me dijeron:
Es el invierno. Pensé que fuera el amor.
por el cielo hacia lo oscuro,
ancianas que volvían apresuradas a casa
dejando la ropa húmeda en el lavadero,
tabernas cerradas, caminos bruscamente
cegados, puertas y contraventanas selladas,
un niño que lloraba en una casa, no sabía dónde.
Pregunté quién llegaba. Me dijeron:
Es el invierno. Pensé que fuera el amor.