Cuadernos de Humo

Al otro lado, de José Luis García Martín


                                                  NEL MEZZO DEL
CAMMIN
 ; NO AL OTRO LADO
Cuando se llega a los sesenta se
comienza a caminar al otro lado de la vida y uno se encuentra con el pasaporte
repleto de sellos con fechas de entradas y salidas a ciudades en donde fue
feliz, la maleta llena de etiquetas de hoteles donde hubo noches inolvidables,
la agenda con direcciones de amigos y de enemigos y la memoria con teléfonos y
rostros de amantes de una sola noche. Al llegar a los sesenta uno comienza a
conocer la descarga de la muerte en ocasiones muy cercana. El título se nos
antoja un poco pesimista si tenemos en cuenta la vitalidad del escritor que,
más que al otro lado, está todavía “nel mezzo del cammin”.
José Luis García Martín (1950) habla de
todo esto y de mucho más en Al otro lado,
el último diario publicado por Renacimiento en la serie “Biblioteca de la
memoria” que abarca desde septiembre de 2010 a junio de 2011. Los seguidores de
García Martín, fieles aunque minoritarios, sabemos que cada diario es un
ejercicio de inteligencia, de virtuosismo y de honda ironía; un cajón de sastre
donde se puede ver la huella dactilar del escritor impresa, a veces borrosa, a
veces nítida, siempre verdadera, en la tarjeta policiaca de la vida.  Una novela que es una colmena donde aparecen
retratados amigos, enemigos, premios, libros, amores, chismes, haikus, pensamientos,
política y una aparente y falsa monotonía todo ello barnizado con humor,
entusiasmo y una honda añoranza.  Hay que
destacar las luminosas, apasionadas descripciones de ciudades que, a nuestro
parecer, es el plato fuerte del libro. 
“Mi emoción preferida: el deslumbramiento de llegar a una ciudad en la
que no has estado nunca y con la que has soñado muchas veces. Es como acostarse
por primera vez con quien ha sido tu amor secreto durante años”. Prosa breve y seductora,
con esa aparente leve intensidad que caracteriza el estilo del escritor. El
largo símil final cierra el párrafo con el mejor broche: el del amor secreto. 
 Se aprecia en el libro, otra de las cualidades
que hace que el volumen sea mucho más que un diario, varios niveles y planos argumentales.
Historias que se continúan, ideas que se repiten, laberintos sin salidas,
secretos que, como ecuaciones, ofrece el escritor a sus más atentos lectores. Otros
escritores no exigen ningún o poco esfuerzo a sus lectores (y de ahí que
necesiten páginas y páginas para describir una magdalena, sea proustiana o no).
JLGM comienza la “narración” en media res,
la magdalena ya desnuda, exigiendo que el lector haga un esfuerzo en completar
lo narrado. El escritor ahorra al lector descripciones más o menos obvias o
ramplonas que, por supuesto, no aportarían ni carnaza ni interés al texto.
García Martín sabe que la mayoría de sus lectores, a los que conoce muy bien,
esperan la carnaza, sin descartar, en ocasiones, el lirismo, la página
bellamente escrita, el latigazo del sentimiento que, a los sesenta, es más
dolor y más sentido. 

           Hablando
de sentimientos. Uno de los trademarks
de JLGM es la rigurosa y pertinaz defensa de su intimidad, como si tuviera algo
que esconder. El escritor se presenta con una coraza, una armadura que nos
impide adentrarnos en su mundo familiar, intimo o amoroso. JLGM en el terreno
de la ternura y del cariño es un total desconocido, un enigma. En este diario,
posiblemente porque uno se identifica con el tema, ha sentido el lado “humano”
del escritor, al hombre sentimental, cercano y próximo, no al poeta mudable, ni al profesor ilustrado, ni al
crítico temido, ni al diarista perspicaz. A comienzos de 2011, ya casi
primavera, el sábado 19 de marzo, la muerte llamó a su puerta y en vez de
llenar páginas, como otros hicimos, el hijo, sin lágrimas,  nos deja una de las entradas más memorables
no solo de este diario sino de toda la literatura diarista. “Nada diré de ti.
No es necesario. Te transparentas, como bien visible filigrana, en todo lo que
hago, estás en lo mejor que soy, en lo mejor que somos tus cinco hijos. Sé que
no te gustaría verme llorar. Por eso lo no hago. En este día azul y
luminoso  en el que por primera vez no
iré a Avilés a verte, como todos los sábados desde hace casi treinta años, te
escucho repetirme las palabras de Christina Rossetti: “Más quiero que me
olvides y sonrías / que no que me recuerdes y estés triste”. No estoy triste.
Estás conmigo”. 
          Al
final, como siempre, el diarista tiene la última palabra en forma de entrevista
que Luna Borge le hace y con la que se cierra el diario. Cuando el
entrevistador, inteligentemente y de una manera civilizada,  acosa al entrevistado y le recuerda lo mucho
que escribe, JLGM le contesta: “…Los escritores viejos –salvo en contadas
excepciones—se vuelven invisibles. Pero mentiría si te dijera que no me gusta
que me tengan en cuenta”. Por fortuna el escritor está todavía a este lado,
dispuesto a jugar con el lector, a “hacer pasar la verdad como ficción y la
ficción como verdad”. Con García Martín hay que estar siempre con los cinco
sentidos alerta. Toda su numerosa obra, y esta no es una excepción, está llena
de pistas y de claves  para que
averigüemos quien es en realidad ese personaje, a veces hosco y huraño, a veces
distante y frío, siempre dispuesto a ayudar, siempre dispuesto a llevar la
razón,  llamado José Luis García Martín
al que siempre hay que tener en cuenta.

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