DOS DE HUMEDAD
La humedad es como una niebla persistente, una arpillera gris que hubiera servido de piel para un saco de almendras amargas. Es una plancha de acero toledano preparada para ser una coraza para la lluvia, una vacía para la cabeza empapada de don Quijote. Esta niebla que asusta a las palomas y las pone en el brazo de una farola mirando al arco que siente dolor de piedras en su espalda. Esta humedad de la Candelaria que borra la luz de las velas de febrero y roe lentamente, como un ratón aplicado, los huesos gastados de un caminante.
Como dos barcos varados en la frontera del deseo, dos faros ciegos vendadas las ventanas de sus ojos con la gasa cuarteada del yeso, dos edificios ocupados por un batallón de sombras que desafían al alba, dos telones, arañados por las ramas de febrero, preparados para servir de fondo a la vida que pasa.
La niebla de hoy es la sábana luminosa de mañana. La misma que la luz usa para cubrir el lecho del verano. Vendrá la noche y se quedará en tu mirada.